Descolinizar América Latina, El Caribe Y Africa:DESCOLONIZAR AMÉRICA LATINA, EL CARIBE Y ÁFRICA:
Possibilidades y desfíos para las pastorales y los movimientos sociales¹
Angelina C. R. Martins (Brasil); Carlos A. L. Odgers (Chile); Sofia Alberti (Argentina)²
Introducción
La propuesta de formación ecuménica y en diálogo interreligioso del Centro Ecuménico de Servicios para la Evangelización y Educación Popular – CESEEP, tiene como base la Metodología de la Educación Popular, que presupone la utilización de métodos y técnicas que favorezcan la participación efectiva en los estudios, debates y construcción de nuevos conocimientos, en una relación dialéctica de la praxis.
La sistematización es parte del proceso metodológico del curso, registrándose, de forma calificada, el estudio y las reflexiones oriundas del debate sobre los contenidos y las prácticas sociales y pastorales en cuestión.
Para este registro colectivo, a partir de los contenidos trabajados y experiencias vividas durante el curso, cada participante hizo sus anotaciones individuales, con las principales ideas presentadas por los(as) asesores(as), así como los respectivos cuestionamientos sobre los temas. Un equipo hizo la lectura atenta de estos apuntes individuales y lo tradujeron en este texto que procura representar las reflexiones del grupo sobre la Descolonización de América Latina, Caribe y África, comprendiéndola como una utopía posible y una tarea urgente y necesaria.
De todas las cuestiones, se escogió una que pretende abarcar las preocupaciones del grupo: Ante el escenario de colonización de América Latina, el Caribe y África, ¿cuáles son las posibilidades (o signos) de descolonización en esos países / continentes?
- Contexto latino americano caribeño y africano
El trayecto histórico de América Latina, Caribe y África, al que nombramos como el “tridente de la resistencia al coloniaje”, tiene líneas comunes, insoslayables para pensar las tareas del hoy. Por supuesto, no se disocia de la realidad de otros continentes donde la lógica de opresión, violencia y anulación del “otro diferente” también fueron regla para consolidar las relaciones de poder.
La primera gran tarea, que es colectiva y personal, es desnaturalizar lo dado: que la colonización es natural; que en África hay esclavos y animales que deben ser educados y domesticados para las necesidades civilizatorias de occidente; que no tiene sentido discutir sobre el lenguaje; que el mundo es como dicen los mapas diseñados por los colonizadores. Estas son supuestas verdades de Perogrullo que construyen no sólo nuestra visión del mundo, sino que también condicionan la posibilidad de pensar cómo accionar, vivir y sentir en él.
La colonización es un proceso histórico en el cual se demoniza y criminaliza al dominado/a para destruirlo. En todas las épocas históricas con las herramientas del momento, los bienes comunes son apropiados y se coloniza no sólo la economía, sino también la cabeza, la espiritualidad y el pensamiento. Para ello, se establece la religión única e indiscutible, la lengua oficial y la cultura del dominador, que siempre es la válida.
En Latinoamérica la llegada de los colonizadores europeos en el Siglo XV significó no sólo la sangría de las venas de América Latina en términos materiales. Significó el desguace de un complejo entramado cultural y una cosmovisión que dialogaba de una forma no mercantilizada con la naturaleza y el trabajo.
África, quizás el continente menos enseñado en las escuelas, pese a ocupar casi un cuarto del suelo del planeta, es más que su división en manos de los países imperialistas de Europa. África contiene al día de hoy 55 países y más de dos mil lenguas con su cosmovisión particular, concentradas en franjas geográficas estrechas. Siempre hubo vida en África y se sabe que los primeros seres humanos surgieron allí. Sin embargo la historia contada por los vencedores la ha querido mostrar como un terreno inhóspito poblado por tribus dispersas, sujetas a las vicisitudes ‘naturales’ de los movimientos económicos, sociales y políticos, que la empujaron a ‘civilizarse’. Desde esta perspectiva, pueden considerarse al apartheid y la esclavitud como ‘daños colaterales’ del progreso.
En el Tridente del Sur se avanzó a sangre y fuego contra las comunidades originarias para que pensaran en la lengua del conquistador, creyeran en sus dioses, profesaran sus ideas y, como si fuera poco, se convencieran de su bondad, mientras las violaciones a los derechos humanos, el ultraje de las mujeres, la enajenación cultural y la llegada de elementos ajenos a los nativos bocetaban un mundo donde éstos sólo podían ser material de uso y deshecho.
Por eso, de los debates dados durante el taller, surgieron interrogantes profundos que interpelan la concepción históricamente construida que tenemos de nuestro entorno: ¿Cómo piensa quien no puede hablar su lengua materna? ¿Cómo vive su espiritualidad quien fue convencido de que es portador del sacrilegio? ¿Cómo mira el mundo quien sabe que está abajo del norte y ve sus dimensiones distorsionadas en una cartografía que en sí misma nos ubica en un lugar de subyugamiento? Y aún más complejo: ¿cómo construye entonces su identidad aquel pueblo cuyas raíces fueron arrancadas y los huecos rellenados con cemento importado? ¿Cómo recupera su historia el pueblo que sólo recibe el relato de los vencedores que fueron verdugos de sus verdaderos ancestros?
Actualmente, puede hablarse de la existencia de cuatro américas: 1) “américa testimonio”, constituida desde los pueblos originarios que subsisten al coloniaje (área imperio incaico, imperio azteca, mundo maya); 2) “américa negra o de los esclavizados”; 3) “américa de trasplante” (migrantes); y 4) “américa mixta” en formación con presencia de pueblos de distintas procedencias. Estas américas están en tensión permanente, en una coyuntura que nos encuentra a la vez atravesando avanzadas neoliberales (caracterizadas por la implantación del imperialismo y sus valores) y procesos de recuperación de la cultura originaria (caso de los pueblos originarios de Bolivia y Ecuador y de la comunidad Mapuche en Chile y Argentina).
También puede hablarse de cinco Áfricas: Magreb (Norte – musulmana); África Occidental; África Central; África austral; y África de la Diáspora. Esta división puede hacerse desde diferentes aristas y puntos, pero es fundamental pensar no sólo en la ruptura de los estereotipos aprendidos, sino también darle a África o a las Áfricas aquello que se proclama para los seres humanos: pasar de calidad de objetos a sujetos. En esa identificación como sujeto, es pertinente visibilizar en su maravillosa complejidad la resistencia cultural mediante la tradición oral y las diversas expresiones culturales. La prolífica producción de proverbios en ese continente expresa no sólo relatos, sino toda una cosmovisión que interpela a los valores de la actual estructura capitalista.
“Por más tiempo que permanezca bajo el agua, el tronco nunca será yacaré”, dice uno de los más conocidos mensajes de la tradición oral africana. Es la hora de recuperar esos troncos, de tomar de su interior los aprendizajes para construir un mundo donde la relación de hombres y mujeres con el trabajo y la naturaleza recupere el sentido de la vida y no del mercado.
- Proceso de colonización cultural, religioso, económico
Los estudios postcoloniales propuestos por varios pensadores procedentes de diferentes países, cuyas historias traen las marcas de la violenta colonización europea, expresan reflexiones contundentes sobre el impacto del colonialismo / capitalismo / modernidad. En este sentido, el desafío impuesto a los procesos de descolonización se inserta tanto en el ámbito de la subjetividad como de las estructuras socioeconómicas y políticas. El desafío es deconstruir los mecanismos de poder en el cual varias dimensiones de las relaciones sociales, económicas y culturales todavía están sometidas, incluyendo la descolonización del conocimiento, de la identidad y de la propia espiritualidad.
Actualmente, a esta afirmación sigue el concepto de colonialidad del poder, acuñado por Aníbal Quijano, sociólogo peruano, en el cual el pensamiento del ex-colonizado todavía se sostiene por los moldes del colonizador, pues en él permanece la lógica del opresor y la repetición de los padrones de dominación. El efecto es visto claramente por la desigualdad social, las relaciones de trabajo, las discriminaciones sufridas por grupos étnicos y las relaciones de género, que marcan todas las sociedades, en especial las latinas, caribeñas y africanas. De la misma manera, la colonialidad del poder, del saber y del ser también traen un elemento subjetivo, el modo capitalista / moderno de vivir, que puede ser visto como un tipo de espiritualidad presente en las relaciones de consumo que sustituyó a la violencia física por la psíquica. En esta espiritualidad el producto tiene más valor que el ser humano. Es decir, la concepción de “tengo, luego existo”, o “compro, luego existo”.
Así, hacer una lectura de sociedad en los aspectos político, económico y religioso en el contexto latino y africano, es considerar la necesidad de incluir el pensamiento crítico sobre los modelos tradicionales, sea para el rescate de la historia contada a partir de las experiencias y el conocimiento, que confiere dignidad a los pueblos originarios y a los negros esclavizados de la diáspora. Además, les permite superar la condición de víctimas para ser protagonistas de la construcción de la historia, a la que no sólo contribuyeron con sus cuerpos. Con ellos y en ellos están presentes sus identidades y saberes. Nosotros, los mestizos, estamos incluidos en esa dignidad. Esto significa ir más allá de los paradigmas impuestos por el pensamiento racional que descalifica, desfigura, caricaturiza e invierte cualquier valor para justificar el acto de subyugar, dominar, usar y aniquilar, incluso, o principalmente, los valores presentes en el ámbito de la religión.
Sin embargo, resistir no es suficiente. La propuesta decolonial tiene una lógica propia y actuar de forma liberadora es fruto de una nueva visión de mundo que dialoga con las demás. Esto confronta la lógica del individualismo, desafía la educación tradicional con la pedagogía de la educación popular. Desafía los patrones de consumo arraigados, las relaciones de poder entre los sexos, el poder institucional de la religión y la relación que implica el agotamiento de los recursos disponibles por la naturaleza, pues todo y todos estamos interconectados en una relación de cooperación, solidaridad y comunidad. Los pueblos originarios ya lo sabían y su enfrentamiento consiste en un desafío inmenso y urgente.
El ideal de la modernidad y el mito del progreso impregnaron las sociedades, las excolonias y también el cristianismo. Su legado es experimentado hasta el presente en un movimiento interminable de búsqueda y conquista que afecta la percepción de la realidad. Por eso, el Cristianismo latino, en sus diversos momentos desde el período colonial hasta los días actuales, ha pasado por posiciones que van de un extremo al otro, oprimiendo, por su inflexibilidad ante cuestiones que involucran temas como familia, género, aborto, por ejemplo. Así, actuó una vez siendo la voz de clases sociales oprimidas por el sistema capitalista y otra vez privadas tanto de sus derechos sociales como laborales, buscando una identidad y una respuesta para el sufrimiento social en los evangelios. Sin embargo, no deja claro “quién son esos pobres”, es decir, indígenas, blancos, negros, mujeres o hombres, quedando restringido sólo a las clases sociales. Más recientemente se divide en un abanico de posturas, desde las que promueven la búsqueda de una felicidad individual, alimentada, incluso, por los valores modernos, hasta aquellas comprometidas con los movimientos sociales, o aún los crecientes movimientos conservadores, para citar a los más prominentes de la sociedad hoy en día.
La importancia del pensamiento descolonizado en la producción de conocimiento local que contribuya a la liberación integral, avanza del pensamiento proveniente del término Multiculturalismo para el concepto de Interculturalidad que acompañan la historia de la sociedad brasileña, latina, caribeña y africana. En el primero, la presencia y la coexistencia de culturas diferentes en el mismo espacio social. Su base es el principio de la tolerancia y está relacionado con religiones y grupos religiosos diferentes. El término Interculturalidad nació en el contrapunto del movimiento de la globalización, que busca homogeneizar todas las culturas, en el sentido de igualdad en contraposición a la superioridad. La interculturalidad defiende que las culturas tienen sus especificidades y características, pero supone un reparto, un diálogo real y concreto para que se pueda tener una convivencia en la diversidad y una apertura a la alteridad.
Las premisas de la colonialidad del poder, del saber y del ser pueden ser percibidas por la presencia de preconceptos que poseen una herencia vinculada a la mentalidad dualista y evolucionista y a la dificultad de aceptación de nuevas cosmovisiones y sistemas de creencia que se apoyan en ideales de verdad y superioridad. Por lo tanto, signos de la descolonización ya son percibidos por la conciencia de la necesidad de desvincularnos de conceptos etnocéntricos y androcéntricos incorporados a nuestra subjetividad y presentes en cada aspecto que estructura nuestra sociedad: el Mercado, el Estado y la Religión.
- Procesos históricos de descolonización. Resistencias en el poder colonizador, independencia de los países y recuperación y valorización de las culturas originarias
Si trazáramos una línea de tiempo en la pared y fuéramos agregando en ella periodos de años, para luego incorporar hitos del contexto político, económico y social experimentado por los países de América Latina, el Caribe y África, nos daríamos cuenta de la pre configuración de hechos que van impulsando procesos de construcción de imaginarios sobre otros mundos posibles.
En lo que respecta a América Latina, observamos cómo la posibilidad de construir un nuevo imaginario en el pensar, sentir y hacer, motiva la configuración de diversas acciones de resistencia ante el poder colonizador.
Situándonos entre el 1950 y 2017 y haciendo el ejercicio, observamos nítidamente como los hitos políticos propiciados dentro de los países o desde fuera de ellos, como lo ha sido EEUU para Latinoamérica desde el término de la segunda guerra mundial, dan como resultado hechos que se van hilando. Como por ejemplo, si nos situamos en Chile, durante el periodo entre 1964 y 1970, Paulo Freire estuvo participando en el Ministerio de Educación, principalmente con la alfabetización de campesinos y campesinas. Era el Gobierno de Frei Montalva que continuaba con la Reforma Agraria promovida por la Alianza para el Progreso en 1959, luego de la Revolución Socialista Cubana, como una forma de detener los procesos de transformación social de los pueblos oprimidos en Nuestra América
Esta experiencia que vive Paulo Freire, le permite concentrar su análisis político de la realidad y del objetivo de la educación popular, que luego lo plasma en su libro Pedagogía del Oprimido, escrito en Chile. En este libro el plantea (de forma resumida) que “Se debe aprender a leer la realidad y luego la palabra”, esta consigna es parte fundante del método de alfabetización para transformar la realidad. No solo eso, durante el mismo periodo las escuelas de trabajo social de la época (lideradas por mujeres como Leticia Caceres, Maria Ayllon, Teresa Quiroz, Diego Palma, entre otras), van generando un caldo de cultivo que desemboca en el desarrollo de una serie de acciones de articulación, diálogo y debate desde la perspectiva latinoamericana (1971) y con una visión política y epistemológica, diferente a la promovida por las OEA (1976) y organizaciones vinculadas a escuelas de Servicio Social de EEUU. Durante el período 1970 a 1973 nuevamente en Chile se crean las condiciones y expectativas viables de procesos de transformación social, donde estudiantes y obreros se compenetran en las industrias y en los momentos más álgidos de la lucha de clases, se observan expresiones del poder popular en los Cordones Industriales. A partir de esto, nos preguntamos ¿Será que una idea tan contundente como “leer la realidad para luego leer la palabra” puede ser aporte a procesos emancipatorios? ¿Se practica esto hoy en nuestras organizaciones?
En el periodo histórico que vivimos, en un contexto de apropiación de la vida de las personas, de los bienes comunes, de la violencia institucional como forma de disciplinamiento, instalada por el modelo hegemónico capitalista que se vale del patriarcado profundizándolo y utiliza el racismo como herramienta para separar al otro / otra . ¿Será que las acciones desde fuera de nuestros países, que buscan sostener un sistema depredador y deshumanizador, puede controlarlo todo? Es factible que lecturas superadoras del periodo, permitan observar las grietas del sistema capitalista y utilizarlas para impulsar un nuevo avance social, en diferentes niveles y tamaños.
De la historia de África también ha emergido a mediados de los años 40´s la construcción de un pensamiento crítico. A fines de los años 50´s, surge el cine africano con el primer filme “El Buen Carroceno”, de Borron Sarret, librepensador que observa atentamente a los hombres y mujeres en situación de opresión y logra trasmitir las relaciones asimétricas construidas socialmente y la reproducción que hace el oprimido de ellas. Parafraseando a Paulo Freire “todo oprimido tiene dentro de sí un opresor”.
Pero no todo empieza con el cine, la tradición oral africana con sus proverbios que incorporan una lógica, una racionalidad y sistematización del pensamiento sobre enseñanzas, todas memorias ancladas en los cuerpos. Esta lucha es también epistemológica, como el ser humano conoce y se relaciona consigo mismo, con otros/as, con el cosmos, con la vida, con el todo. La música tiene un rol importante, se trata de reapropiarse del cuerpo propio como el máximo portador de conocimiento conectado a lo místico y cósmico.
Vale la pena recordar el rol en América Latina de Fray Bartolomé de las Casas y el cura Montesinos. El primero fue un hacendado español que en el siglo 16, luego de escuchar un sermón del segundo, levantó su voz contra las atrocidades que se estaban llevando a cabo con los pueblos originarios de América Latina, y la destrucción de estas culturas. Fueron muchas las gestiones ante la Corona, apelando al término de las prácticas genocidas que estaban ocurriendo. Por supuesto, sin avances concretos ante una cultura dominante, que imponía su hegemonía con violencia.
En este siglo XXI, de búsquedas colectivas surgen nuevos interrogantes, válidos para que cada persona y comunidad se los planteen: ¿qué lecturas estamos haciendo de la realidad? ¿Cómo construimos una práctica que alimente nuestro discurso contra hegemónico? ¿Cómo movilizamos el cuerpo y lo incluimos en la expresión viva de un nuevo relato?
Este grupo de cursistas que transitó una formación conjunta cerró sus debates con la certeza de que la construcción de un nuevo imaginario que supere el capitalismo, recuperando lo mejor de las luchas de los pueblos, debe incorporar un proceso de desconstrucción de la percepción de la realidad, que impulse la descolonización del saber, el sentir y el hacer.
- Descolonización: caminos posibles
“Ellos vinieron, nos encubrieron;
aquí encontraron, dioses que danzan,
y nos dijeron, “cerrá los ojos,
dame la tierra, toma la biblia”.
Huelga de amores, huelga de amores,
huelga de amores, en el paseo las flores.
Patriotas importados, nativos sin orejas.
La muerte grita, tierra y el canto chacarera.
Y nos dijeron “Tiempo es dinero
y en esta tierra sos extranjero”.
Huelga de amores, huelga de amores,
huelga de amores, en el paseo las flores.
La historia escrita por vencedores,
no pudo hacer callar a los tambores”.
Huelga de amores – Divididos³
Descolonizar y descolonizarnos es una tarea colectiva e individual, que requiere una profunda capacidad autocrítica basada en la convicción de superar las barreras impuestas por el sistema vigente en los diversos ámbitos de interacción social. No se trata de un auto flagelo culposo que requiere una redención que se alcanza en el purgatorio del sacrificio por “el otro”. Se trata de una actitud crítica hacia las propias prácticas para generar pensamientos y acciones que tengan que ver con el mundo que queremos construir. Construcción que, pese a todo, seguimos considerando no sólo posible, sino necesaria.
Para ello la recuperación de los relatos históricos colectivos es fundamental. Y siempre pensando en plural, con el valor de la diversidad como riqueza. Pensarnos como sujetos en vez de objetos en la sociedad, en la familia, en las relaciones afectivas, en los espacios políticos, es un paso necesario. Eso sí: ser sujetos conlleva un “hacerse cargo”, que contiene en sí una enorme libertad y un enorme desafío en cuanto a la responsabilidad de bocetar con otros y otras el destino de nuestras sociedades. Para ello, reconocer al otro y la otra como un/a igual no homogéneo es elemental. Y empoderar con voz propia a los sectores empobrecidos y explotados sin osar ‘ser la voz’ de ellos, también.
La sistematización como metodología para desarrollar políticas certeras con perspectivas de clase, se ha perdido en la existencia de lo que llamamos ‘cubículos conceptuales’. La cultura política del discurso binario (bueno- malo; blanco – negro; conmigo – contra mi) empuja la generación de marcos conceptuales estrechos en los cuales nos movemos quienes estamos en el campo popular, sin mucha necesidad de profundizar y problematizar. Hoy parece que con las diversas combinaciones posibles de diez ideas centrales, podemos no sólo explicar las realidades, sino actuar con la intención de resolver los problemas de nuestra ciudad, el país, el mundo y quizás el universo.
Magro favor hacemos al reproducir la lógica del enemigo que no sólo nos convenció que su lengua y su religión eran portadores de la única verdad: hemos trasladado ese determinismo al mismo análisis y apropiación de la producción de sus teóricos revolucionarios. Así, aunque con buenas intenciones y discursos vanguardistas, replicamos en lo profundo la lógica implantada. Trasladamos conceptos sin hacer el esfuerzo de ver las particularidades de nuestra propia historia, pretendemos ‘ser la voz de los sin voz’, ser la vanguardia de una clase obrera que ‘debe darse cuenta’ que tenemos la fórmula, le decimos a los movimientos sociales ‘lo que tienen que hacer’, sin preguntar antes qué hacen los trabajadores (ocupados y desocupados, en su lugar de empleo o trabajo) y lo que es peor: no preguntamos por qué lo hacen.
Por ello, dialogar con nuestras propias prácticas, problematizarlas y replantearnos estrategias para la construcción del saber colectivo es fundamental para lograr cortar esta realidad histórica irrefutable de que indefectiblemente los procesos políticos y sociales de resistencia y ascenso popular sean seguidos de terribles regímenes que los aplastan. El enemigo es tan grande y tan poderoso (vale la pena aclarar que en este relato tal cuestión no sólo no se pierde de vista, sino que es el motivo por el cual hay que redoblar los esfuerzos por ser precisos y precisas en el despliegue de las políticas propias) que la lucha contra él requiere del mayor esfuerzo colectivo posible y la inventiva popular desplegándose para evitar errar con viejas recetas. Generar hechos culturales es una herramienta valiosa y desafiante. Las melodías, los pinceles, el barro, los lápices, el canto, los relatos, pueden muchas veces hacer un corte transversal a las limitaciones autoimpuestas.
Los procesos de resistencia popular que surgen y surgieron aún en los momentos más trágicos impuestos por la violencia del poder son la esperanza activa que nos moviliza. Desde la resistencia contra el apartheid en África, las batallas contra el genocidio de los pueblos originarios en América Latina, las luchas contra genocidio en las últimas dictaduras militares y la implementación de planes neoliberales, sumado al creciente movimiento de mujeres que en un momento de extrema violencia de género se expresa en su contra con contundencia, son señales que hay que seguir. Pese a las trabas y censuras, la educación popular y la teología de la liberación siguen desplegándose en diversos puntos no ya como respuestas alternativas al sistema, sino como estrategias populares hacia la construcción de sociedades más humanas, donde el valor principal sea la vida y no la mercancía.
Pero… ¿Son o fueron esos movimientos hechos unidireccionales, monolíticos, coherentes en todos los aspectos? No. La dinámica histórica es compleja, heterogénea, contradictoria y dinámica en todos los ámbitos de resistencia. La superación se centra, en primera instancia, en no creer que por arrojar una piedra a una vidriera de Mc Donald’s se termina con el capitalismo, ni que por leer a Marx, Trotsky y Rosa de Luxemburgo e incluso comprenderlos, eso modifica en algo nuestro accionar profundamente atravesado por los aprendizajes sociales ligados a la cultura capitalista y patriarcal.
Por eso de las largas charlas y las propuestas que plantean desafíos superadores surgieron más interrogantes de cara a nuestras prácticas: ¿Cuántas veces en nuestro grupo de mujeres, en el sindicato, en el barrio, en la iglesia expresamos un tremendo miedo a la diferencia? ¿Cuántas veces disfrazamos ese miedo de profunda diferencia ideológica para defendernos y vedar la posibilidad de enriquecimiento mutuo? ¿Cuántas veces al día reivindicamos la tolerancia como valor en vez de fortalecer la comunidad y el respeto? ¿Cuántas veces en nombre de la racionalidad política incurrimos en la disociación de mente – cuerpo – espíritu tan eficaz para la lógica de los sectores de poder? ¿Cuánto tiene que ver esto con la posibilidad de pasar de una defensa permanente, a la etapa ofensiva para avanzar a comunidades que tengan otros paradigmas?
En este punto, la lucha por los derechos de las mujeres es nodal. La división sexual del trabajo que hoy está en debate en las calles, en los lugares de labor y las casas, pone en crisis el precepto de que el trabajo productivo que se desarrolla en el ámbito público es potestad de los hombres; mientras que el trabajo reproductivo más ligado al ámbito privado, es tarea de las mujeres. Este tipo de estereotipos deshumanizantes que se ligan a determinados preceptos de cómo debe ser la mujer y la posición de ésta como propiedad privada de su pareja, se expresa cada día en la dramática sucesión de feminicidios.
Si bien el patriarcado precede al capitalismo, la lucha por la igualdad de derechos para todos los géneros e identidades sexuales es indisociable de la lucha de clases. Esto no significa que los procesos de transformación social, política y económica dejen de valer la pena en cuanto manifiestan limitaciones en el ámbito de la igualdad de géneros. Pero debe estar claro que la lucha feminista sin un planteo desde la clase obrera, es un feminismo que deja en el camino a la mayoría de las mujeres (las más oprimidas, por ser mujeres y pobres). Así como un socialismo que no es feminista, deja en el camino a la mitad de la población y por ende pese a sus avances, no será ni justo ni profundamente revolucionario en perspectiva.
La relación entre feminismo y lucha de clases es dinámica, paralela y concomitante, nunca contradictoria ni extemporánea. Lo que no significa que se desarrollen y desplieguen en la misma intensidad en el mismo momento histórico. Tal es el caso de Argentina, donde el Movimiento de Mujeres es protagonista de masivas movilizaciones e instala agenda en un contexto de franco retroceso de la lucha de clases, con la avanzada neoliberal y la expansión de la pobreza planificada. Para continuar este camino es necesario que las mujeres nos empoderemos en todos los niveles, siendo capaces de construir ámbitos de encuentro entre nosotras, que nos permitan a la vez construir con autonomía y si es necesario disputar con los hombres en los espacios de dirección política sindical, partidaria, social, económica, mediática, etcétera.
Conclusiones provisorias
Ante el escenario mundial actual, aún con fuertes rasgos de la colonización europea que duró siglos en América Latina, en el Caribe y en África, es posible ver signos de descolonización en acciones realizadas en diferentes puntos del “Tridente del Sur”. Lo que se percibe es que no siempre estas acciones se articulan lo suficiente para ser una fuerza de contrapunto y enfrentamiento a las consecuencias de la colonización sufrida por estos países.
Hoy los medios masivos de comunicación potenciados por las nuevas tecnologías y redes sociales, son un actor indisociable de la dominación cultural y la implantación de intereses ajenos, que fogonean buenos negocios para los sectores cada vez más concentrados de la economía mundial y sus subsidiarias domésticas. Por eso, desarrollar ámbitos comunicacionales desde las propias organizaciones, medios independientes, alternativos, comunitarios y populares, que se planteen formas de financiamiento autosustentables que no cercenen su agenda, es parte nodal de la batalla cultural que tenemos por delante.
Como se ha dicho en este texto, la dominación del colonizador no se manifiesta sólo en medidas tomadas por el poder económico, sino que está impregnada de tal forma en la cultura y la subjetividad, que el colonizado repite el discurso y (cuando puede), la práctica del colonizador. Se ve en los pueblos colonizados, se ve en los países llamados “subdesarrollados” respecto a los países que los subdesarrollan, se ve en las fábricas y lugares de trabajo respecto a la superioridad de ‘los trabajadores de planta’ para con los tercerizados o precarizados, se ve en las calles donde la obscena ostentación material es motivo de ‘envidia’ y replanteo de ‘objetivos personales’ para llegar a ese nivel de posesión. Se ve en las casas y en las organizaciones que pretenden también romper con esos esquemas que replican. Para generar ese futuro plural e igualitario, es nodal que dicha batalla cultural sea una actitud cotidiana en todos los ámbitos y niveles, incluso desde la introspección para cuestionar cómo aportamos o no con nuestras prácticas a la descolonización.
En este curso tratamos también sobre la descolonización del cuerpo para abordar la cuestión de género y de la espiritualidad para resistir en tiempos idolátricos. Coincidimos en visualizar varios signos de descolonización presentes en los países que han experimentado en diferentes áreas: ecológica-ambiental, económico-financiera, educativa-cultural y religiosa a través del diálogo interreligioso.
Aunque existen muchas señales de descolonización fuera de los movimientos organizados por la sociedad o por las iglesias y religiones, es en esta esfera que se coloca la formación de líderes pastorales y movimientos sociales para las entidades de formación de la América Latina. Son momentos políticos y sociales aciagos, oscuros, con golpes de estado en desarrollo, proscripciones políticas y el crecimiento de los aparatos represivos de los estados que parecen volver al perfil terrorista que desplegaron en la década de los 70. Pero viendo ese panorama es que de esta instancia de encuentro e intercambio de ideas y prácticas, nos proponemos fortalecer nuestros espacios convencidos y convencidas de que si la opción es seguir adelante en nuestra elección de vida militante, debemos hacerlo con la profundidad y compromiso interno que la enorme tarea requiere. Sabiendo, desde ya, que tales enormes objetivos no dependen de un grupo de personas
En este punto, se presentan los desafíos para el grupo en el retorno a sus prácticas después de la profundización teórica sobre cada uno de los temas y respectivos debates y búsqueda de salidas hacia la descolonización y conquista de autonomía y dignidad de las personas.
¹ Texto producido por los participantes del Curso Latinoamericano para Militantes Cristianos, ocurrido y del 01 al 19 de mayo de 2018 y organizado por el Centro Ecuménico de Servicios a la Evangelización y Educación Popular/CESEEP.
² Además del autor y autoras responsables de la elaboración de este texto, contribuyeron con sus apuntes compartidos: Azer Anselmo K. Chundumula (Angola); Daniel A. Cenzón , Guillermina Barukel, Lautaro Castro, Mirian B. Bernaola y Monica Escalante (Argentina); Alzira Munhoz, Ivone T. S. de Oliveira, Reneu Zortea y Sandra M. O. Mhor (Brasil) y Mailé V. Avila (Cuba).
³ La huelga de amores que ocurrió en Nicaragua durante la conquista, donde las mujeres deciden no tener contacto carnal con sus esposos, no tener relaciones sexuales para no traer niños esclavos al mundo, un episodio que habla de quiénes defendieron estas tierras