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¿Por qué lamentas estar aislado dentro de tu casa? ¿Ya te pusiste a pensar en aquellos que ni casa tienen y están obligados a vivir constantemente con el riesgo de infectarse? ¿O será que tu corazón es un cuarto abarrotado de ego, sin lugar para nadie más?
¿Por qué te lamentas, si ahora vives en una prisión de lujo, con libertad para poner tus horarios y elegir la comida que te agrada? Piensa en aquellos que están sufriendo larguísimas colas para recibir un plato de comida caliente de la caridad ajena.
¿Por qué te lamentas al verte obligado a cancelar la fiesta de cumpleaños o de casamiento, y tener que hacerte cargo de la pérdida de gastos que no se te devolverán? ¿Qué es lo preferirías, una fiesta con el coronavirus circulando entre tus invitados o resguardar tu vida y la de los otros para otras fiestas venideras?
¿Por qué te lamentas al no poder realizar, ahora, aquél viaje tan soñado y hace tiempo programado, y tener que verte forzado a quedarte recogido en tu propio espacio doméstico? ¿Acaso sería mejor un boleto solo de ida hacia la muerte?
¿Por qué te lamentas por no poder salir a la calle, a encontrarte con amigos y regresar a tu rutina de trabajo y ocio? Todavía puedes llamar por teléfono, o tal vez trabajar desde casa con teletrabajo e improvisar tus propios métodos de gimnasia.
¿Por qué te lamentas ser una persona mayor y figurar entre los más vulnerables? ¿Alguna vez se te pasó por la cabeza pensar que lo mejor de la vejez es no haber muerto joven? Ya llegaste a esta edad, por lo tanto, cuida de resguardar tu vida por algunos años más, o quién sabe, décadas.
¿Por qué te lamentas el ser obligado a cerrar tu negocio o tu oficina, sabiendo que vas a tener mermas en tus ganancias? ¿Ya imaginaste si no fueran tomadas estas medidas restrictivas y la pandemia se multiplicase al punto de alcanzar a ti y a tus seres queridos?
¿Por qué lamentas lo que te suena como perdida o privación? ¿Nunca pensaste en las personas en situación de guerra, en los refugiados, en los que no tienen acceso a ningún tipo de sistema de salud? No calcules tus pérdidas, contabiliza mejor tus ganancias, como ser el estar vivo, gozar de buena salud y disfrutar del calor de la familia.
¿Por qué lamentas no soportar la soledad que te obliga a un encuentro más íntimo contigo mismo? ¿No es más bien la hora de hacer un balance de la propia vida, revisar los valores abrazados y reconsiderar las convicciones arraigadas? ¿No es el momento de reinventarte?
¡No te lamentes! Tienes un techo, garantizado la comida y buena salud. Eres un privilegiado. Laméntate, sí, por aquellos y aquellas que nada de esto tienen. No porque lo hayan elegido, sino por ser víctimas de un sistema económico selectivo e excluyente, en el cual los intereses del capital privado están por encima de los derechos colectivos.
No te ahogues en tu lamento. Extrae de él fuerzas para cambiar lo que consideras injusto ¡Y cuídate! No te creas inmortal. Tu día y el mío llegarán. Tampoco pretendamos adelantar los designios de Dios. En la vida nada tiene más valor que la propia vida.
Guarda tu pesimismo para días mejores. Y repite la “plegaria” de Fernando Pessoa: “Señor, protégeme y ampárame. Dame el que yo me sienta tuyo. Señor, líbrame de mí”.
Frei Betto es escritor, autor de “O diabo na corte – leitura crítica do Brasil atual” (Cortez), entre otros libros.